miércoles, 7 de noviembre de 2018

Hay que bajarle a la violencia

El deporte vive una etapa de excesos de agresividad, por lo que hay que preguntarnos quién lo genera

Como lo hago cada semana, este domingo observaba los juegos de la NFL y en algún momento publiqué en mi muro de Facebook un comentario relacionado con el partido de mi equipo favorito. El texto es el siguiente: “Juego netamente de coacheo. Y ahí, para no variar, Tomlin sigue mostrando su inferioridad”.
La intención era, de alguna manera desahogarme ante el coraje de lo que había sufrido durante la primera mitad del juego y señalar mi desconfianza y disgusto sobre el accionar y lo que veo como falta de capacidad del entrenador del equipo al que sigo desde pequeño. Los Steelers.
El mensaje no incluye ningún insulto, no muestra agresión alguna hacia la afición, el equipo o el propio entrenador. Es simplemente una opinión sobre las capacidades de un personaje público. Y es por todo ello que la reacción de algunos aficionados ante la publicación me ha sorprendido y sobre todo me ha llevado a reflexionar en torno a un tema al que le llevo dando vueltas desde hace algunos días: El origen de la violencia en el deporte.
El texto lo repliqué en algunos grupos de aficionados al equipo, donde quiero pensar, uno se inscribe para socializar con gente a fin a los gustos deportivos que se tienen. Pero la realidad hoy nos indica algo muy distinto.
Inscribirse a un grupo de red social pareciera que es sinónimo de obtener un carnet con el cual adquieres el derecho de ofender, agredir, insultar y hasta retar al resto de los miembros de dicho club. Y por el contrario también creo que se logra la condena de tener que soportar los embates de las hordas que no concuerdan con tus ideas o tu sentir sobre determinado rubro o acción, como fue el caso de mi publicación.
Tras señalar mi desconfianza sobre la capacidad del entrenador comenzaron a publicar, como replica, preguntas sobre mis argumentos para afirmar tal “pecado”, lo cual me parece totalmente lógico y normal. Hasta ahí todo pareciera tranquilo, pero al finalizar el juego y luego de que el equipo logró vencer de forma apurada a los Cincinnati Bengals, comenzaron a surgir los ataques directos, que si bien fueron menores al número de likes (me gusta) que recibió la publicación, sí me resultan en número relevante como para comentarlos en este espacio.
Se me tachó de “villamelón de cuarta”, “ignorante”, “coach de tribuna sin conocimiento” e incluso de “patriota disfrazado de acerero”, nada realmente tan rudo como lo que he visto en lo publicado por algunos otros miembros, donde el tono de los intercambios ha llegado a ser realmente alarmante.
El punto es que me gustaría saber en qué momento se pierde la conciencia y la lógica de acción, la cordura; solo por mantener el apoyo a un equipo, por fijar en la mente del contrario la idea de que tu pasión es tan grande que está por encima de los preceptos formativos del propio deporte, de los valores morales. Y saben qué, que aún no logro alcanzar las respuestas.
Lejos de lo vivido con mi publicación, me cuesta trabajo entender qué es lo que motiva a un grupo de personas a agredir y golpear casi hasta llegar al punto de muerte a un aficionado del equipo rival, como ocurrió hace unas semanas en Monterrey con las barras de Tigres y Rayados.
Me cuesta trabajo entender que dos equipos, propiedad de un mismo dueño, se olviden de los lazos que los unen y armen un zafarrancho en pleno partido de postemporada, como ocurrió también hace unas semanas ante niños y familias completas en el parque Fray Nano entre Diablos Rojos y Guerreros de Oaxaca dentro de la Liga Mexicana de Beisbol.
Veo este panorama y me pregunto: ¿Dónde surge la violencia en el deporte? ¿En la pasión de los aficionados o en el accionar de los propios protagonistas de las contiendas deportivas?
Semanas antes de pelear con el kazajo Gennady Golovkin nos atiborramos de las declaraciones de Saúl “Canelo” Álvarez, quien en todo momento denostó, insultó, calificó de cobarde y correlón a un hombre que sobre el ring ha mostrado tanto o más valor que él mismo.
El “Canelo” buscó en todo momento despertar el odio de su afición sobre el oponente, en ese instante, campeón mundial. Es decir que, buscó llevar al propio boxeo a un plano de violencia más allá de las cuatro esquinas encordadas. Es cierto, lo mismo se hace previo a cada pelea y quizá ahí radica el punto de análisis.
Días después, a sabiendas de que sobre ellos caerían innumerables insultos y arengas, jugadores del equipo Tecos UAG se enfrentaron a golpes ante aficionados de los Leones Negros de la UA de G en la Liga Mayor del futbol americano estudiantil mexicano, durante el “Clásico tapatío”. ¿En este caso habrá sido correcta la actitud de los jugadores o solo respondieron de forma natural ante una agresión esperada?



Sobra citar el desenfreno vivido durante la contienda entre Conor McGregor y el ruso Khabib Nurmagomedov, quienes alargaron el combate y lo trasladaron a las butacas, donde enfrentaron a diversos rivales.
Lamentablemente son muchos los ejemplos que hoy puedo utilizar para ejemplificar el exceso de violencia que se vive en el ámbito deportivo, pero creo estar a tiempo de sugerir, es más de exigir, que reflexionemos sobre el tema y como aficionados, medios de comunicación, deportistas e incluso directivos y funcionarios del deporte pongamos en marcha una campaña permanente con la que se aborde el problema y se trabaje por la reducción de los actos violentos en torno a las disciplinas deportivas.
El deporte surgió como una actividad lúdica creada para estrechar los lazos afectivos entre los individuos y luego utilizado, a lo largo de la historia, para hacer patente la superioridad de un grupo sobre otro. Pero hoy es tiempo de mostrar que el ser humano ha alcanzado una verdadera madurez ideológica en este sentido, es tiempo de retomar los valores de origen de la actividad deportiva.
Los próximos días contaremos con dos serias oportunidades de mostrar que la cordura y la madurez pueden ser parte del espectáculo, la diversión y la rivalidad deportiva.
Águilas Blancas y Burros Blancos, hermanos institucionales en el IPN, se medirán en la llamada “Guerra Civil” del futbol americano estudiantil mexicano y justo ahí podemos enviar un mensaje de serenidad ante el México deportivo.
A la par de ello, las Águilas del América y Cruz Azul chocarán por la supremacía del Estadio Azteca y en general del Torneo de Apertura 2018 en la Liga MX del futbol profesional mexicano. Sin duda una enorme oportunidad para poner fin a las campañas de odio que entorno a estos juegos suelen armarse desde los micrófonos, las pantallas y la tinta.
Es así que ya es tiempo de trabajar, promover y exigir que las agresiones dejen de ser una constante en torno a nuestro deporte, ya sea fuera o dentro de las canchas, en redes sociales o desde la tribuna. Apoyar no debe ser igual a agredir. Dejemos de inyectar dosis de odio y rencor absurdos a la historia de nuestras pasiones… Hay que bajarle a la violencia.

Facebook: Joslar Sport

Twitter: @Joslar46


JOSLAR (José Luis Ayala) es comunicólogo egresado de la UNAM, Jefe de Información en Punto Centro, Director General de JOSLAR SPORT Agencia Informativa, comentarista deportivo, un apasionado de los Steelers y como atleta logró probar el sabor de los campeonatos bajo la utilería y el casco de futbol americano; además de haber contribuido en la formación de Cintas Negra en taekwondo.



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